Noche estrellada

Ayer al salir de trabajar estaba agotado y algo desanimado y le dije a María que no me apetecia nada ir a tirar. Habiamos tenido un día duro y Rosca y Tashi no habian salido nada. Así que sin mucho ánimo fuí a la huerta a buscarles. Eran sobre las nueve y media cuando llegue y, como siempre, estaban de buen humor, deseando saludarme. Sólo este momento ya te da un primer impulso anímico y empiezan a disiparse los  malos rollos del día. Ayer nos tocaba entrenar fondo y como estaba flojete cogí la bici en vez del patín. Preparé todo y nos pusimos en marcha. Los perros, ya en caliente, salieron con fuerza. Por delante 9 km nocturnos de un recorrido que los tres conocemos bien. A partir de los 2 km me di cuenta de que esa noche era especial. Sin viento, sin luna, sin nubes y sin apenas un ruido, pero con un mar de estrellas cubriendonos y acompañandonos, sintiendo por fin el frio en la cara. Con una temperatura de 8ºC y unos cuantos entrenamientos entre pecho y espalda, Rosca y Tashi aguantaron el tipo, hicimos un único descanso en todo el recorrido manteniendo, casí en todo momento, un buen ritmo (la velocidad no tengo ni idea porque vuelvo a estar sin cuenta-kilometros. Las distancias me las conozco bien de otros años). Para terminar el recorrido algo más calmados hicimos un par de kilometros en carrera/trote libre de vuelta a la huerta. Pedalear relajadamente a la luz de las estrellas (y la del frontal) con los perros pululando satisfechos a tu alrededor también tiene su aquel.

Después llegamos al kennel, agua, comida, unos mimos y cada uno a su lugar. De vuelta a casa estaba igual de cansado que cuando habia salido de trabajar pero a la vez diferente. Despreocupado y sonriente me fui a casa a cenar y a reunirme con el resto de mi manada.