30 dic 2011

Reencuentro con la luna y ... con el suelo

Por su puesto que en estas semanas atrás hemos salido a correr juntos. Ya no recuerdo cuando fue la última vez que salimos con la bici. Siempre vamos con el patín, me siento mejor.
Ayer me falló el paciente de última hora y decidí que era un momento perfecto para ir a buscar a Rosca y a Tashi y marcarnos un buen recorrido. Casi diez kilómetros en una de nuestras zonas habituales. Senda de tierra suelta, un pequeño pinar y camino de parcelaria algo más prensado.
Salvo por mi incipiente resfriado todo pintaba perfecto. La luna sonriente, el viento ligero pero helado, eran las ocho de la tarde y estábamos a cero grados. Mis chicos deseosos de salir a correr todos juntos. Esos días en los que apenas se alejan dos metros de tí ya en campo abierto y sueltos, son un gran indicador de que van a darlo todo. En un visto y no visto estamos todos preparados. Casco, frontal, braga en cuello y cara, ropa de abrigo bien pertrechada y dos pares de guantes más finos en vez de los de nieve (que por cierto no se donde están). Ambos esperan como estatuas con sus arneses puestos y con la linea tensa, atentos pero pacientes. Me termino de ajustar mi atavío y les doy la señal de salida. Me encanta ese momento, me pongo en cuclillas sobre la plataforma del patín y disfruto del galope de mis perros a algo más de cuarenta kilómetros por hora en esos primeros cientos de metros. No aguantaran mucho ese ritmo pero a los tres nos encanta esa sensación. Nos conocemos el recorrido a la perfección y sólo una cosa termina ocupando mi mente, la visión de mis perros, la parte del camino que ilumina el frontal, su jadeo y el sonido de sus pisadas al galope.
Hacia el kilómetro cinco llegamos a una zona del recorrido en la que pasamos cerca de una finca con un mastín como perro de guarda. Siempre nos ladra y corre junto a la valla, todos le conocemos y apenas supone una distracción. Pero siempre hay algo que me inquieta y es que a veces se escapa y está fuera del vallado. En esta ocasión mi primera impresión es que está dentro. Pero de pronto Tashi mira bruscamente hacia la finca y hace un amago de frenar, vamos a más de veinticinco kilómetros por hora y lo último que quiero es arrollar a uno de mis perros. Todo ocurre en una fracción de segundo, Tashi no para pero yo ya había tocado el freno e instintivamente también había dirigido la mirada por un instante hacia la valla. El tiempo y el momento justo para meter la rueda delantera en un pequeño socabón en el suelo. Acto seguido estoy con el manillar incrustado en el muslo izquierdo y en el suelo gritando la orden de parar. Con una mano aun agarrada a la empuñadura y un par de metros después paran en seco. Los perros, como en otras ocasiones me miran algo extrañados y a la espera. Me duelen las manos y el muslo. Miro a mi alrededor y aunque ya me lo imaginaba por el talante bastante sosegado de mis compañeros, confirmo que el mastín si estaba dentro del vallado. Terminamos el circuito, los perros impecables y yo bastante magullado.

Así quedo uno de los guantes, menos mal que llevaba dos en cada mano
Esta mañana ya en frío tengo una ligera cojera y el muslo algo inflamado pero creo que es solo la contusión, la palma de la mano también dolorida y el hombro izquierdo apenas puedo subirlo unos grados sin que me moleste pero creo que tampoco va más allá del golpe en si. Nada que no curen un par de días de descanso, ya puestos tomando las uvas de Nochevieja y unos champanes con la familia mientras veo a mis hijos disfrutar de la navidad.

Que paséis todos una feliz Nochevieja y tengáis una buena entrada de año.

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